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jueves, 10 de diciembre de 2009



Nicéfora estaba recostada en su cama viendo el techo.
- Que divertida soy... - Se dijo a si misma. Desvaneció toda la habitación y quedo levitada sobre el Big Ben. Miró hacia abajo y le tiró una almohada a un británico.
- ¡Ey!
- Callate y seguí caminando - le gritó desde arriba. El hombre automáticamente giró y siguió caminando. - Nada de todo esto me divierte... voy al cine.
La cama se compactó en el aire y la bruja apareció en su casa.
- Gente... y bichos raros - dijo viendo a unas criaturas deformes - Ay, Eva, ¿qué son estas cosas? - Eva se encogió de hombros - Bueno, sigo, les iba a preguntar si quieren venir al cine... Porque me aburro.
- Lee un libro. - Le dijo Floyd desde el otro extremo de la habitación.
- Absorbí el conocimiento de todo el mundo, querido.
- Andate a otro planeta. - Le dijo Gloom.
- Bueno, tendría que haber dicho "mundos" ¿estás contento ahora?
- Sí - le contestó con una mirada de suficiencia.
- Que inútil. Bueno, ¿nos vamos al cine?
- ¿Qué vamos a ver? - Le preguntó Eva escurriéndose entre la multitud.
- Somos muchos, así que tomemos todas las salas y vamos intercambiando.
- Oki - Eva salió volando contenta y abrió el portón del Hemiciclo, por el cual salieron toda clase de criaturas.
- ¿Qué va a decir la gente? - Alan había aparecido detrás de la bruja y le clavaba la mirada en sus ojos violáceos.
- Van a decir: "Mirá ese monstruo, que miedo, waaa". Es gente Baphonet, ¿qué importa?
-Nos pueden venir a buscar - dijo fingiendo preocupación - y nos pueden secuestrar para hacernos parte de experimentos del gobierno, que miedo. Jajaja, si vienen nos los comemos.
- Que asco, cometelos vos, yo solo voy a ver como los matan.
- Siempre tan fina.
- Obvio. - Le contestó moviendo su cabellera.


En la calle varias docenas de demonios sobrevolaban la avenida, seguidos de toda una congregación de vampiros ocultos bajo paraguas negros y de una fila de carísimos automóviles de colección.
- Muevansé, abuelas - les gritaba Eva a las personas que intentaban escapar de su vehículo, transitando por la acera. Adelante de ellos se formó una barrera de policías.
- Déjenme esos a mí - gritó Gloom, eufórico, mientras salía del auto. En el aire, dos alas negras se abrieron oscureciendo toda la avenida. Cuando estuvo a cinco metros de la barrera, sus costillas se abrieron dejando salir litros y litros de sangre negra y espesa, que se corporizó en una gigantesca serpiente líquida.
- ¡Comelos! - Lo alentó un vampiro, satisfecho por la oscuridad.
La serpiente comenzó a atravesar los pechos de todos los policías, drenando cada litro de sangre de sus cuerpos para pasar al siguiente, hasta terminar con todos. Al verlos muertos, los demonios bajaron a devorar los cadáveres y a destruir los vehículos. La sangre volvió al cuerpo de Gloom, que se regeneró con satisfacción.
- Ahh - dijo. - Hacía mucho que no mataba así.
A lo lejos se veía una estructura elegante que flotaba en la misma dirección en la que ellos iban. Adentro, Nicéfora veía hacia un círculo mágico tallado en la pared.
- Mirá, Baphonet, que ternurita.
- ¿Algo te parece tierno a vos? - La espetó incrédulo.
- Sí, idiota. Mirá esto, está Wedgie con la chiquita del vestido blanco besándose en una casucha. ¿No te da ideas?
- Realmente no. Ya pasamos la etapa del coqueteo hace mucho.
- Algo de cariño cada tanto no viene mal.
- No soy demostrativo.
- No te vendría mal serlo.
Alan la miró fulminante.
- No me mires así, que soy tu esposa. - Ella se incorporó y lo miró aún peor, pero de repente se vio incrustada en la pared y con el labio inferior sangrando.
- Intentás faltarme el respeto de nuevo y te hago sufrir mil clases de torturas diferentes antes de morir.
Nicéfora se quedó boquiabierta mirando a su esposo.
- Mirá que no te convenía decir eso. - La pared y toda la habitación voló en pedazos dejando una nube de polvo entre ambos. Cuando se disipó, se notó la figura de Alan transformado en Baphonet y Nicéfora con las manos rodeadas de intensos rayos blancos, desafiando con la mirada el comienzo de una pelea, sin saber que abajo todos miraban lo que estaba ocurriendo.

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miércoles, 9 de diciembre de 2009

Claro de Luna



Cuando llegaron se dieron cuenta de que no había electricidad. La casa estaba empezando a quedar inmersa en la oscuridad de no ser por la tenue luz que entraba del Sol poniéndose.
- Voy a ver si hay velas. - Dijo Caleb.
- Ok, yo voy a ver si traje.
Haley subió a su cuarto y comenzó a revolver su bolso en busca de una caja de velas, pero solo encontró una partida al medio. Decepcionada, bajó y buscó a Caleb.
- ¡Cal! ¿Adónde estás?
- Acá abajo, en el sótano.
Haley bajó las escaleras y vió una luz de linterna. Caleb estaba intentando abrir una puerta de madera vieja.
- Dejame a mí. - Le dijo, y al tocarla, atravesó el suelo. - Bueno, nos quedamos sin puerta, ¿vamos a ver adonde nos lleva?
- Va para arriba.
- Sí, que raro.
- ¿Conseguiste velas? - Le preguntó mientras subían.
- Solo esta, y está partida... no creo que dure mucho.
- Llegamos. - Otra puerta de madera estaba al final de la escalera. Haley la tocó y también cayó atravesando el suelo. Del otro lado había una habitación con un piano y una gran ventana que daba al lago.
- No vi esto cuando atravesé toda la casa.
- Capaz que se te pasó.
- Sí, puede ser. Me gusta esta habitación, se ve todo el lago y el sol poniéndose.
- ¿Cenamos acá?
- Dale - le dijo alegre - se me ocurrió hacer sopa, ¿te gusta?
- Sí, pero que no esté muy salada.
- Oki, esperame acá.
Caleb se puso a ver el lago y poco a poco el sol desapareció para darle paso a la luna. Debajo se escuchaba a Haley tarareando una melodía. Él la conocía pero no la podía recordar. Se sentó en la ventana y escuchó a Haley hasta que terminó de cocinar y subió con una bandeja con los dos platos de sopa y dos vasos con gaseosas.
- Acá está todo.
- Gracias Haley, por todo.
- De nada - le respondió riendo. - ¿Qué hacías?
- Miraba a la luna... y te escuchaba cantar. ¿Cual era esa melodía?
- La de Moonlight Sonata.
- Ahh, que tonto, es verdad. Yo la practicaba en mi piano cuando era chico. - Dijo pegándose en la frente.
- Ay, ¿te la acordás?
- Creo...
- ¿La tocarías para mi?
- No creo que me salga muy bien, pero después intento.
- Gracias, a mi me gusta mucho esa canción. Mi papá la tocaba siempre. Yo nunca quise aprender a tocar el paino porque solo me encantaba escucharlo a él. Si yo tocara no sería lo mismo.
- ¿Y si no te gusta como la toco?
- Te miento y te digo que estaba linda. Jajaja, sé que no la vas a tocar mal.
- Como quieras. Ah, y que rica que está la sopa.
- Todo lo que se hace con cariño sale rico.
- Es verdad.
- Se puso el sol, espero que entre algo de luz.
- Seguramente, pero por las dudas tené la vela a mano.
- Si, si, no te preocupes. Emm... te quería preguntar algo.
- Preguntame. - Le dijo mientras terminaba su sopa.
- ¿Crees en Dios?
- S-sí. ¿Por qué lo decís?
- Solo es curiosidad.
- Vos seguramente crees ¿no?
- Sí. En la aldea eramos muy devotos. Más con David, que siempre nos leía algo de la Biblia. Lo extraño. Extraño a todos...
- Ya los vamos a ver algún día.
-Sí, eso espero - le dijo secándose una delgada lágrima.
- No te vas a poner triste ahora... mirá, voy a tocar el Claro de Luna.
- Gracias - le dijo con una mirada solemne - eso me va a gustar.
- Bueno... vamos a ver... - Se levantó y fue hacia el piano. Era negro con detalles plateados y las iniciales M.G. en el borde izquierdo. Levantó la tapa superior y colocó los dedos sobre las teclas, de un fino color blanco marfil. Haley se acomodó para verlo e hizo silencio.Caleb comenzó con el pianissimo y envolvió toda la habitación en un silencio que solo rompían las notas, armónicas, atrapantes y misteriosas. Dio paso a los grandes acordes, aumentando progresivamente la intensidad, que acompañaba la entrada de la pálida luz de la luna en el cuarto, que reflejada en el lago y en las ventanas abiertas, los iluminaba con halos blancos y brillantes. Haley se incorporó y se acercó al piano. La luz plateada bañaba su vestido y la hacía resaltar en medio de la noche. Caleb tocó con melancolía cada compás, llegando al clímax de la pieza, en donde toda su ira, tristeza e impotencia se canalizaban en tristes notas níveas hasta volver a la introducción. En ese momento cerró los ojos y tocó lentamente los anteúltimos acordes que resonaron en toda la casa, de forma grave y serena. Al tocar el último acorde, idéntico al anterior, sintió como toda la habitación se iluminaba y el tiempo parecía congelarse. Solo una cosa importaba en medio del imponente lago y del acorde extendido por el pedal: Haley estaba besándolo a la luz de la luna.

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El lago

Habían decidido salir a la mañana del día siguiente. Por la noche, Caleb se despidió de su familia, diciéndoles que necesitaba aislarse por unos días. Su mamá lo comprendió. Ella también quería estar sola y Dafne no quería hablar. Quería hacer algo por ellas, pero no tenía energías siquiera para consolarse a sí mismo.

A las ocho de la mañana se preparó para salir con Haley, que al no tener adonde quedarse, había dormido en su casa.
- Bueno, vos despedite, yo voy a esperar afuera. - Le dijo.
Él tomó las valijas y volvió a saludar a su madre. Tomó las llaves del auto y en una hora lograron llegar a la casa que Haley había visto mientras volaba.
- Mirá - cuando estuvieron al lado de la puerta, Haley la atravesó y quitó la cerradura - Tarán.
- Bravo - le dijo Caleb sonriendo. Dentro de todas las desgracias, Haley le hacía más fácil aguantarlo todo. Los dos entraron y dejaron las valijas al lado de un sillón café con los bordes rasgados. Apenas entraban se veía una escalera, a la derecha estaba la cocina, a la izquierda la sala de estar y detrás el comedot. Caleb subió para ver el primer piso. Estaba conformado por cinco habitaciones, todas iguales excepto por la del centro, que contenía una cama matrimonial.
- Yo me quedo con la de la cama grande - le dijo Caleb a Haley que pasaba volando hacia el segundo piso.
- Bueno, a mi me da igual cualquiera mientras se vea el lago.
En el tercer piso había un balcón que daba a la parte trasera de la casa, en la que se encontraban el agua con la delgada costa que separaba el patio del lago. Adentro se hallaba una serie de estanterías con libros, mapas y frascos con sales.
- Me gusta - Le comentó a Haley cuando bajaron al comedor.
- Me alegro, yo pensaba hacerme un plato de fideos para comer. ¿Vos qué querés?
- Emm... fideos también.
- Oki, y contame algo ¿a vos te gusta nadar?
- Sí, bah, no es que sea el mejor nadador, pero aunque sea no me ahogo.
- ¿Qué te parece si después de comer vamos a nadar al lago?
- ¿No está un poquito frío?
- Dale, no te vas a asustar del frío del agua.
- Bueno, pero si me resfrío vos te hacés cargo de mi.
- Ok, te lo prometo. - Le respondió mientras metía los fideos en el agua.
- Y ahora vos contame algo ¿te gustan las cosquillas?
- ¿Qué? No, no, no me hagas cosquillas, soy muy cosquilluda. - Intentó alejarse.
- Jajaja - Los fideos terminaron de cocinarse entre risas e intentos de Haley de salir volando. Fueron a comer al comedor con los platos que Caleb había traído de su casa y después tomaron un par de helados de la vianda de Haley.
Después de un rato de charlar, decidieron entrar al lago y nadaron hasta una pequeña islita alejada de la casa.  
- Tengo frío - Le dijo Caleb tiritando.
- Vení - Haley le tocó el hombro y todas las gotas de agua atravesaron su cuerpo.
- No tenés el poder de aparecer ropa.
- No, pero tengo sentido común - le mostró un gran toallón que había traído sin que Caleb lo percibiera.
- ¿Adónde lo tenías?
- Lo traje cuando vos dejabas la valija.
- Entonces ya sabías que íbamos a terminar acá.
- Sipi - le dijo sonriendo.
- ¿Cómo hacés para estar siempre sonriendo? Yo no puedo.
- ¿Cómo no voy a sonreír? Me siento muy feliz de estar llevándome bien con alguien. Desde que dejé la aldea no fui la mejor recibida.
- Que bueno que te sientas así.
- Vos también podés sonreír todo el tiempo. Pensá en todas las cosas lindas que tenés. No pensés en lo que te falta, aprecía lo que todavía conservas y te hace feliz.
- Gracias...
- No tenés porqué agradecer. Para eso están los amigos. - lo miró y después miró el toallón - y los amigos comparten los toallones, jaja.
Caleb se acercó a ella y la tapó. Se quedaron viendo el agua sin ganas de romper el silencio.
- ¿Vos crees en el destino? - Se animó a preguntar Caleb.
- Sí. No encuentro otra manera de explicar el porqué nos encontramos. No es casualidad. Yo creo que todo pasa por algo ¿vos no?
- Supongo... y entonces ¿para qué nos encontramos?
- Para poder hacer más feliz al otro, creo.
- ¿Yo te hago feliz?
- Sí, fuiste el único que se preocupó por mí. Mis primos ya no están, con David no me puedo comunicar  y los demás ni me llamaron.
- Están todos muy asustados.
- Unidos no tenemos que tener miedo.
- Sos muy optimista, ¿lo sabías?
- Es mi forma de ver al mundo. ¿Cual es tu forma de verlo?
- No creo que me importe mucho el mundo como para verlo de una forma particular.
- Si todos piensan así no vamos a tener un mundo muy lindo ¿no?
- Ya lo sé... pero el mundo no es un lugar lindo.
- Vos podés cambiarlo.
- No puedo - respondió bajando la cabeza y dirigiendo la mirada al suelo.
- Todos podemos cambiar al mundo, solo tenés que tener la voluntad de hacerlo.
- Intenté salvar a Atlanta con todas mis fuerzas y no lo logré - dijo con lagrimas en los ojos, intentando disimularlas - en ese momento no pude hacer nada. Ese mundo me la sacó, y yo no pude evitarlo.
- Tal vez tenía que pasar, tal vez es ella es parte de algo grande.
- ¿De qué?
- No lo sé. Pero si no la pudiste salvar es porque no debías hacerlo. No te frustres. Hiciste todo lo que estaba a tu alcance.
- Eso quiere decir que soy un inútil.
- No sos para nada un inútil, y mirame - tomó su cara entre sus manos y lo miró a los ojos - La culpa la tiene la bruja, y ella va a tener lo que merece.
- ¿Cómo lo sabés?
- Porque todo tiene su castigo en algún momento.
- Yo quiero matarla.
- ¿Te vas a rebajar a lo que ella hace?
- No me voy a rebajar, voy a hacer del mundo un lugar mejor.
- No la mates, vas a ver que ella va a tener su castigo por su propia cuenta.
- No entiendo como podés estar tan segura.
- Tenés que tener fe.
- Confío en vos.
- Gracias, vas a ver que todo va a salir bien - lo abrazó y miró al cielo. - Se está haciendo de noche, volvemos.
- ¿Podemos volver volando?
- Jajaja, sí. - Los dos se levantaron y salieron volando hasta la casa.

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viernes, 4 de diciembre de 2009

Ya habían pasado tres semanas desde la muerte de Atlanta. Después de unos días debieron volver al colegio, pero ya todo su edificio estaba vacío. Cuando intentaron entrar nadie los reconoció y les dijeron que ese edificio no había sido utilizado todavía porque la construcción no había finalizado.
- Pero si dejamos todas nuestras cosas acá. - Le gritó Caleb al cuidador.
- Cal, ya sabes lo que pasó. Vamos.
Haley intentaba controlarlo, pero tras salir del hospital Caleb estaba impaciente e histérico. Ambos sabían que los futuros problemas que deberían sufrir eran obra de Nicéfora, pero ¿qué más podían hacer?
- Ya no lo aguanto más, no podemos vivir así. ¿Qué más quiere de nosotros?
- Seguramente quiere que nos vayamos como los demás.
- Yo no le voy a dar el gusto.
- Pero si no la podemos enfrentar... ya lo intentaste... y mirá cómo terminaste.
- Eso quiere decir que tengo que fortalecerme.
-¿Cómo lo pensás hacer?
- No sé. Ya se me va a ocurrir algo.
- Yo quiero irme de acá, Caleb. Tengo miedo.
- No nos va a atacar. Como vos dijiste: sólo quiere que nos vayamos.
- Si no nos vamos ahora va a hacer cosas peores.
- Vos podés irte cuando quieras, no sientas que te tenés que quedar por mí.
-  No podés solo, Cal.
- Tengo a mi mamá y a Dafne.
- Ellas no te van a poder proteger. Yo si puedo.
- ¿Entonces qué querés que haga?
- Nos podemos ir por unos días... para pensar con más tranquilidad.
- Eemmm... no conozco ningún lugar adonde podamos ir.
- Yo sí, cuando volaba para la casa de tu abuelo vi una casa abandonada. Era linda y estaba al lado de un lago. Podemos ir ahí ¿te gusta la idea?
- S-si...
- Entonces vamos. - Le dijo sonriendo y extendiéndole la mano.

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