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miércoles, 9 de diciembre de 2009

El lago

Habían decidido salir a la mañana del día siguiente. Por la noche, Caleb se despidió de su familia, diciéndoles que necesitaba aislarse por unos días. Su mamá lo comprendió. Ella también quería estar sola y Dafne no quería hablar. Quería hacer algo por ellas, pero no tenía energías siquiera para consolarse a sí mismo.

A las ocho de la mañana se preparó para salir con Haley, que al no tener adonde quedarse, había dormido en su casa.
- Bueno, vos despedite, yo voy a esperar afuera. - Le dijo.
Él tomó las valijas y volvió a saludar a su madre. Tomó las llaves del auto y en una hora lograron llegar a la casa que Haley había visto mientras volaba.
- Mirá - cuando estuvieron al lado de la puerta, Haley la atravesó y quitó la cerradura - Tarán.
- Bravo - le dijo Caleb sonriendo. Dentro de todas las desgracias, Haley le hacía más fácil aguantarlo todo. Los dos entraron y dejaron las valijas al lado de un sillón café con los bordes rasgados. Apenas entraban se veía una escalera, a la derecha estaba la cocina, a la izquierda la sala de estar y detrás el comedot. Caleb subió para ver el primer piso. Estaba conformado por cinco habitaciones, todas iguales excepto por la del centro, que contenía una cama matrimonial.
- Yo me quedo con la de la cama grande - le dijo Caleb a Haley que pasaba volando hacia el segundo piso.
- Bueno, a mi me da igual cualquiera mientras se vea el lago.
En el tercer piso había un balcón que daba a la parte trasera de la casa, en la que se encontraban el agua con la delgada costa que separaba el patio del lago. Adentro se hallaba una serie de estanterías con libros, mapas y frascos con sales.
- Me gusta - Le comentó a Haley cuando bajaron al comedor.
- Me alegro, yo pensaba hacerme un plato de fideos para comer. ¿Vos qué querés?
- Emm... fideos también.
- Oki, y contame algo ¿a vos te gusta nadar?
- Sí, bah, no es que sea el mejor nadador, pero aunque sea no me ahogo.
- ¿Qué te parece si después de comer vamos a nadar al lago?
- ¿No está un poquito frío?
- Dale, no te vas a asustar del frío del agua.
- Bueno, pero si me resfrío vos te hacés cargo de mi.
- Ok, te lo prometo. - Le respondió mientras metía los fideos en el agua.
- Y ahora vos contame algo ¿te gustan las cosquillas?
- ¿Qué? No, no, no me hagas cosquillas, soy muy cosquilluda. - Intentó alejarse.
- Jajaja - Los fideos terminaron de cocinarse entre risas e intentos de Haley de salir volando. Fueron a comer al comedor con los platos que Caleb había traído de su casa y después tomaron un par de helados de la vianda de Haley.
Después de un rato de charlar, decidieron entrar al lago y nadaron hasta una pequeña islita alejada de la casa.  
- Tengo frío - Le dijo Caleb tiritando.
- Vení - Haley le tocó el hombro y todas las gotas de agua atravesaron su cuerpo.
- No tenés el poder de aparecer ropa.
- No, pero tengo sentido común - le mostró un gran toallón que había traído sin que Caleb lo percibiera.
- ¿Adónde lo tenías?
- Lo traje cuando vos dejabas la valija.
- Entonces ya sabías que íbamos a terminar acá.
- Sipi - le dijo sonriendo.
- ¿Cómo hacés para estar siempre sonriendo? Yo no puedo.
- ¿Cómo no voy a sonreír? Me siento muy feliz de estar llevándome bien con alguien. Desde que dejé la aldea no fui la mejor recibida.
- Que bueno que te sientas así.
- Vos también podés sonreír todo el tiempo. Pensá en todas las cosas lindas que tenés. No pensés en lo que te falta, aprecía lo que todavía conservas y te hace feliz.
- Gracias...
- No tenés porqué agradecer. Para eso están los amigos. - lo miró y después miró el toallón - y los amigos comparten los toallones, jaja.
Caleb se acercó a ella y la tapó. Se quedaron viendo el agua sin ganas de romper el silencio.
- ¿Vos crees en el destino? - Se animó a preguntar Caleb.
- Sí. No encuentro otra manera de explicar el porqué nos encontramos. No es casualidad. Yo creo que todo pasa por algo ¿vos no?
- Supongo... y entonces ¿para qué nos encontramos?
- Para poder hacer más feliz al otro, creo.
- ¿Yo te hago feliz?
- Sí, fuiste el único que se preocupó por mí. Mis primos ya no están, con David no me puedo comunicar  y los demás ni me llamaron.
- Están todos muy asustados.
- Unidos no tenemos que tener miedo.
- Sos muy optimista, ¿lo sabías?
- Es mi forma de ver al mundo. ¿Cual es tu forma de verlo?
- No creo que me importe mucho el mundo como para verlo de una forma particular.
- Si todos piensan así no vamos a tener un mundo muy lindo ¿no?
- Ya lo sé... pero el mundo no es un lugar lindo.
- Vos podés cambiarlo.
- No puedo - respondió bajando la cabeza y dirigiendo la mirada al suelo.
- Todos podemos cambiar al mundo, solo tenés que tener la voluntad de hacerlo.
- Intenté salvar a Atlanta con todas mis fuerzas y no lo logré - dijo con lagrimas en los ojos, intentando disimularlas - en ese momento no pude hacer nada. Ese mundo me la sacó, y yo no pude evitarlo.
- Tal vez tenía que pasar, tal vez es ella es parte de algo grande.
- ¿De qué?
- No lo sé. Pero si no la pudiste salvar es porque no debías hacerlo. No te frustres. Hiciste todo lo que estaba a tu alcance.
- Eso quiere decir que soy un inútil.
- No sos para nada un inútil, y mirame - tomó su cara entre sus manos y lo miró a los ojos - La culpa la tiene la bruja, y ella va a tener lo que merece.
- ¿Cómo lo sabés?
- Porque todo tiene su castigo en algún momento.
- Yo quiero matarla.
- ¿Te vas a rebajar a lo que ella hace?
- No me voy a rebajar, voy a hacer del mundo un lugar mejor.
- No la mates, vas a ver que ella va a tener su castigo por su propia cuenta.
- No entiendo como podés estar tan segura.
- Tenés que tener fe.
- Confío en vos.
- Gracias, vas a ver que todo va a salir bien - lo abrazó y miró al cielo. - Se está haciendo de noche, volvemos.
- ¿Podemos volver volando?
- Jajaja, sí. - Los dos se levantaron y salieron volando hasta la casa.

1 comentarios:

mati 9 de diciembre de 2009, 17:50  

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