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miércoles, 9 de diciembre de 2009

Claro de Luna



Cuando llegaron se dieron cuenta de que no había electricidad. La casa estaba empezando a quedar inmersa en la oscuridad de no ser por la tenue luz que entraba del Sol poniéndose.
- Voy a ver si hay velas. - Dijo Caleb.
- Ok, yo voy a ver si traje.
Haley subió a su cuarto y comenzó a revolver su bolso en busca de una caja de velas, pero solo encontró una partida al medio. Decepcionada, bajó y buscó a Caleb.
- ¡Cal! ¿Adónde estás?
- Acá abajo, en el sótano.
Haley bajó las escaleras y vió una luz de linterna. Caleb estaba intentando abrir una puerta de madera vieja.
- Dejame a mí. - Le dijo, y al tocarla, atravesó el suelo. - Bueno, nos quedamos sin puerta, ¿vamos a ver adonde nos lleva?
- Va para arriba.
- Sí, que raro.
- ¿Conseguiste velas? - Le preguntó mientras subían.
- Solo esta, y está partida... no creo que dure mucho.
- Llegamos. - Otra puerta de madera estaba al final de la escalera. Haley la tocó y también cayó atravesando el suelo. Del otro lado había una habitación con un piano y una gran ventana que daba al lago.
- No vi esto cuando atravesé toda la casa.
- Capaz que se te pasó.
- Sí, puede ser. Me gusta esta habitación, se ve todo el lago y el sol poniéndose.
- ¿Cenamos acá?
- Dale - le dijo alegre - se me ocurrió hacer sopa, ¿te gusta?
- Sí, pero que no esté muy salada.
- Oki, esperame acá.
Caleb se puso a ver el lago y poco a poco el sol desapareció para darle paso a la luna. Debajo se escuchaba a Haley tarareando una melodía. Él la conocía pero no la podía recordar. Se sentó en la ventana y escuchó a Haley hasta que terminó de cocinar y subió con una bandeja con los dos platos de sopa y dos vasos con gaseosas.
- Acá está todo.
- Gracias Haley, por todo.
- De nada - le respondió riendo. - ¿Qué hacías?
- Miraba a la luna... y te escuchaba cantar. ¿Cual era esa melodía?
- La de Moonlight Sonata.
- Ahh, que tonto, es verdad. Yo la practicaba en mi piano cuando era chico. - Dijo pegándose en la frente.
- Ay, ¿te la acordás?
- Creo...
- ¿La tocarías para mi?
- No creo que me salga muy bien, pero después intento.
- Gracias, a mi me gusta mucho esa canción. Mi papá la tocaba siempre. Yo nunca quise aprender a tocar el paino porque solo me encantaba escucharlo a él. Si yo tocara no sería lo mismo.
- ¿Y si no te gusta como la toco?
- Te miento y te digo que estaba linda. Jajaja, sé que no la vas a tocar mal.
- Como quieras. Ah, y que rica que está la sopa.
- Todo lo que se hace con cariño sale rico.
- Es verdad.
- Se puso el sol, espero que entre algo de luz.
- Seguramente, pero por las dudas tené la vela a mano.
- Si, si, no te preocupes. Emm... te quería preguntar algo.
- Preguntame. - Le dijo mientras terminaba su sopa.
- ¿Crees en Dios?
- S-sí. ¿Por qué lo decís?
- Solo es curiosidad.
- Vos seguramente crees ¿no?
- Sí. En la aldea eramos muy devotos. Más con David, que siempre nos leía algo de la Biblia. Lo extraño. Extraño a todos...
- Ya los vamos a ver algún día.
-Sí, eso espero - le dijo secándose una delgada lágrima.
- No te vas a poner triste ahora... mirá, voy a tocar el Claro de Luna.
- Gracias - le dijo con una mirada solemne - eso me va a gustar.
- Bueno... vamos a ver... - Se levantó y fue hacia el piano. Era negro con detalles plateados y las iniciales M.G. en el borde izquierdo. Levantó la tapa superior y colocó los dedos sobre las teclas, de un fino color blanco marfil. Haley se acomodó para verlo e hizo silencio.Caleb comenzó con el pianissimo y envolvió toda la habitación en un silencio que solo rompían las notas, armónicas, atrapantes y misteriosas. Dio paso a los grandes acordes, aumentando progresivamente la intensidad, que acompañaba la entrada de la pálida luz de la luna en el cuarto, que reflejada en el lago y en las ventanas abiertas, los iluminaba con halos blancos y brillantes. Haley se incorporó y se acercó al piano. La luz plateada bañaba su vestido y la hacía resaltar en medio de la noche. Caleb tocó con melancolía cada compás, llegando al clímax de la pieza, en donde toda su ira, tristeza e impotencia se canalizaban en tristes notas níveas hasta volver a la introducción. En ese momento cerró los ojos y tocó lentamente los anteúltimos acordes que resonaron en toda la casa, de forma grave y serena. Al tocar el último acorde, idéntico al anterior, sintió como toda la habitación se iluminaba y el tiempo parecía congelarse. Solo una cosa importaba en medio del imponente lago y del acorde extendido por el pedal: Haley estaba besándolo a la luz de la luna.

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