Buscar este blog

martes, 2 de marzo de 2010

Pasamos con Caleb por la casa de su madre, todo estaba bien, estaban viendo las noticias. No quisimos perder mucho tiempo así que apenas pudimos nos vinimos hasta Panamericana. Los autos estaban en llamas y cadáveres calcinados adornaban la calle. Un demonio rojo se acercó a nosotros cuando nos vio. Caleb le disparó y logramos huir. Descubrimos que debajo de esa casa flotante había una camioneta negra de la que salía una niebla gris, que a unos veinte metros se transformaba en distintos monstruos que no quise ver.
- Esa camioneta debe ser la principal, vayamos a espiar. - Él me tomó de la mano y corrimos hasta la niebla. Antes de tocarla atravesé el suelo para que pudiéramos quedar justo debajo de la camioneta, escuchando todo.
- ¿Cuando piensan volver? Me preocupa todo esto. - Era una voz de mujer.
- A mi no. Es sólo una pelea de pareja... llevada a gran escala y con el mundo de público, pero una peleita al fin y al cabo. - Una muchacha le contestó intentando sonar despreocupada.
- Te engañas sola, ambas sabemos que uno va a llegar muerto. 
- No, ya vas a ver, sé un poquito más positiva.
- Se, una cosa es ser optimista y la otra una ilusa, vos sos ilusa. 
- Pensá lo que quieras.
- ¿Realmente te parece que van a volver bien? - Ahora sonaba preocupada.
- Es lo que quiero creer.
- Si alguno muere... ya sabemos quién va a ser.
- Pero fueron a ayudarla, Tisiphone, Penélope, los demonios, todos los que tienen magia.
- Aún así... pará, ¿nosotras por qué seguimos acá?
- Creí que vos sabías.
- Uh, mejor nos vamos, a ver si nos agarran. Vos, esclava, vení para acá.
De repente todo pareció silenciarse, los alaridos de los demonios, los pasos incesantes, las explosiones. 
- ¿Cómo se prende este artefacto? 
- No sé nunca salí de día, y de noche yo vuelo.
- Yo igual... que maneje ésta entonces. - Se escuchó una bofetada.
- ¿Sabés manejar?
-S-sí. - Caleb tembló y me impulsó hacia arriba. No llegué a ver con claridad, pero apenas se soltó de mí, dirigió dos disparos hacia las mujeres que hablaban, pálidas y de pelo azabache, eran como las que nos habían atacado a Amy y a mí en el hotel. Cuando cayeron hechas cenizas, ví a una chica sucia, desnutrida, de mirada ausente y un pelo que, aún con la suciedad y el polvo, era rubio.
- ¡Atlanta!

0 comentarios: